martes, 11 de mayo de 2010

La ciudad de Santa Cruz como “tierra de nadie”

Hace tiempo que no escribo aca, pero queria compartir un escrito de mi amigo Alejandro Dausá con ustedes, aqui les va:


La ciudad de Santa Cruz como “tierra de nadie”

A raíz de una toma de tierras en los predios del ingenio San Aurelio, el autodenominado Comité Cívico (Comité Pro-Santa Cruz) afirmó que la ciudad se había convertido en “tierra de nadie”. Hay que reconocer que por primera vez en mucho tiempo sus autoridades expresaron algo sensato y cercano a la verdad. La ciudad de Santa Cruz parece efectivamente tierra de nadie; urbe desbordada, caótica, sucia, con canales a cielo abierto convertidos en inmensos basurales, obras faraónicas a medio terminar, barrios condenados al olvido, pésimo servicio de transporte público, mala organización vial. Caso singular de ciudad diseñada casi exclusivamente para vehículos, ya que más allá del deteriorado y minúsculo casco céntrico, los peatones se las ven en figurillas para caminar por innumerables distritos sin aceras, o para cruzar anillos y avenidas que se convierten en corredores de la muerte. Cabría agregar el descomunal y descontrolado negocio de los loteamientos.

En fecha reciente, un mensuario impreso local le dedicó su nota central al tema[1][1]. Entrevistado el Arq.Fernando Prado, director del CEDURE, indicó que “…nuestra cultura individualista y de pueblo no se ha podido adecuar a las necesidades de una gran ciudad. Entonces estamos sufriendo las consecuencias de nuestro propio comportamiento y las del aparato administrativo, que tampoco está en condiciones de controlar los hechos…Se hacen obras con fuerte tono paternalista…Está faltando que la Alcaldía sea gobierno, y no sólo una ejecutora de obras públicas, y que sea gobierno con la gente, porque la gente no se siente parte de la ciudad”.

Desde otro ámbito, en su investigación sobre presupuesto público y participación social en el municipio[2][2], el sociólogo Osvaldo Peñafiel señala la baja ejecución y la falta de criterios transparentes en la distribución del dinero entre los diferentes distritos y sectores, a pesar de que, por ejemplo, más de un 79% de los recursos del año 2009 tuvieron como origen las fuentes tributarias familiares. Observa que en ese período, un 60% del presupuesto municipal se destinó a las que denomina “obras estrella”, espectaculares, con profusión de cemento, de gran costo económico (y por tanto pasible de corrupción) y alto potencial electoral. Un escaso 20% fue para desarrollo humano, y un mísero 2% para “desconcentración municipal”, rubro donde realmente se encuentra la demanda vecinal.

Se produce así una situación que acopla, entre otros fenómenos, las deplorables gestiones de autoridades municipales, el atizamiento de una supuesta “identidad camba” que se concibe como capaz de atropellar con arrogancia cualquier regulación, y la hipercosmetización de la propia historia, empecinada en presentar a Santa Cruz como un paraíso, aun en contra de evidencias palmarias.

Es oro, pero no brilla para todos

El nombre Aurelio es de origen latino y significa “el que brilla como oro”. Sólo la rapacidad, el ánimo de lucro y la deshonestidad de innumerables gestiones municipales, explican la pervivencia de un predio cañero de 1.100 hectáreas incrustado en el corazón de la ciudad (las normas legales vigentes establecen que los predios urbanos no deben exceder de una hectárea). Esta situación estrafalaria -una más en el caos urbano cruceño- llevó a las organizaciones del Foro Vecinal y a la ONG Desafío a emitir un pronunciamiento en torno al caso de la toma de tierras del ingenio azucarero. Indican que se trata de la eclosión social de un antiguo problema, por el que más de 400.000 habitantes de la zona sur y este de la ciudad vienen exigiendo soluciones hace décadas.

Entre los inconvenientes generados por el ingenio destacan: cotaminación ambiental de aguas y aire provocada por el jarubichi (desecho del procesamiento de la caña que produce olores nauseabundos y criaderos de moscas portadoras de enfermedades diarreicas en los niños), hollín causante de enfermedades respiratorias agudas, criaderos de mosquitos portadores del dengue hemorrágico en los basureros clandestinos de los alrededores de esos terrenos (que son además guarida de malvivientes), y corte de tráfico vehicular a lo largo de 7 kms., lo que ocasiona embotellamientos de hasta una hora y media de duración.

Mucho brilla San Aurelio, pero sólo para sus propietarios, que especularon con la geométrica valorización de esas tierras, enclavadas ahora a minutos del centro de la ciudad.

Terra nullius

El marco de la tensión generada por la toma de los terrenos en cuestión fue aprovechado por la actual senadora Centa Reck para publicar una nota donde clama contra la “invasión” y el “avasallamiento”[3][3]. Como es ya obligado en los discursos de la derecha local, incluye algunos párrafos sobre la supuesta epopeya de las generaciones que hicieron progresar la región oriental trabajando duro en establecimientos agrícolo-ganaderos. Echa mano a ideas representativas de la mitología del pionero cruceño (tesón, esfuerzo, pujanza, sacrificio, fuerza arrolladora, visión, armonía entre patrón y trabajadores, etc.).

Paradójicamente, el fundamento de su argumentación épica es el concepto “tierra de nadie”. No hace mención alguna a los habitantes seculares de estas llanuras. Según su escrito, se trató de inmensidades despobladas que fueron transformadas por la laboriosidad de nobles colonos. Un cuento de hadas en el que la varita mágica es el sudor de los abnegados pioneros llegados de fuera.

No es casual que uno de los pilares de la conquista portuguesa, española y británica de los siglos XV y XVI haya sido precisamente el concepto jurídico de terra nullius, esto es, la declaración de las regiones sometidas o por invadir como tierras baldías, desocupadas. Sus habitantes eran considerados nullius (nadie), infieles, salvajes, subhumanos. Tan potente es el concepto, que en Australia se siguió debatiendo en los estrados judiciales hasta 1992.

Resulta entonces risible que los grupos de poder cruceños utilicen la expresión “tierra de nadie” como recriminación injuriosa, cuando se han beneficiado históricamente de esa figura, aplicándola a sangre y fuego sobre los pueblos originarios. Las matrices de dominación contemporáneas se mueven con habilidad denostando o ensalzando conceptos, según convenga a los intereses y privilegios de clase que pretenden mantener. “Tierra de nadie” es una construcción falaz que pretende describir una realidad que jamás existió en ningún lugar del mundo, pero que resulta funcional a los intereses de aquellos grupos que la instrumentalizan para castigar a los sectores subordinados, criminalizar la pobreza, implementar políticas de exclusión, o justificar el saqueo. Lo irónico del asunto es que las élites cruceñas, promotoras tenaces de un modelo de ciudad irresponsable, orientado por el cálculo individual de utilidades y sustentado en la figura de terra nullius, están haciendo realidad la pesadilla.

Alejandro Dausá